Saludos queridos
compañeros y amantes de los videojuegos arcade. Aún siguen resonando en la
lejanía los pixelados ecos de la última Arcade
Con celebrada a finales de este mayo de 2017 (ya podré acudir a una de las
Arcade Con ya), y de seguro que los máximos responsables del evento ya han
empezado a maquinar qué van a ofrecer para la convención de 2018, qué nuevas
máquinas van a poner a disposición de los veteranos jugadores o qué ilustres
invitados van a convencer para que “iluminen” a los afortunados arcadianos que
acudirán a una de estas oscuras
reuniones de tíos de más de 30 años… Y dicho esto, lo normal sería que a partir
de esta introducción pasáramos a profundizar en el reportaje sobre lo
acontecido en la última Arcade Con: participantes, charlas, torneos, sorteos, recreativas
y más recreativas… Pero no. En este caso no va a ser así: mira por donde, y gracias
a la afirmación “oscuras reuniones de tíos de más de 30 años”, ha cruzado por mi mente una
apasionante pregunta que no podemos dejar pasar desapercibida (¡y no leñe, no
es lo que estáis pensando!):
¿Qué
tienen de especial éstos videojuegos hechos a base de obsoletos, que no
bellísimos píxels, para que sigan encandilando sin remedio a personas adultas
hechas y derechas, que incluso les lleva a organizar cuidados eventos y multitudinarias
ferias únicamente dedicadas a los videojuegos retro?
Para echar algo de luz sobre
el asunto, y gracias a la capacidad de nuestra mente y a la de la palabra
escrita, vamos a realizar un breve aunque emocionante viaje al pasado, un viaje
a una época realmente apasionante e irrepetible: la época de las recreativas,
nuestra infancia y nuestra juventud y los que fueron, casi con total seguridad
para la gran mayoría de los que están leyendo este artículo, los primeros pasos
en el apasionante mundo de los videojuegos.
Agárrate
fuerte, Marty. ¡Volvemos al pasado!
Una
tarde de sábado cualquiera, en un momento cualquiera de finales de los ochenta
o principios de los noventa…
La puerta se cierra tras
vosotros con un sonido sordo al tiempo que repiquetean alegres las campanillas
musicales que hay colocadas en lo alto del marco metálico. Tu amigo y tú
acabáis de entrar en el quiosco. Mientras os ponéis a la cola del concurrido lugar,
automáticamente repasáis con la vista las estanterías donde se exponen las
revistas. Allí, rodeadas de gran cantidad de otras tantas revistas que no os
dicen nada, reposan presididas por coloridas y chulísimas portadas
publicaciones tan especiales para vosotros como Micro Hobby, Micro Manía, Hobby
Consolas o Súper Juegos, resaltando enormemente por encima de la restante
prensa escrita del momento. Ya os sabéis de memoria el contenido que guardan
las páginas del último número, pues hace ya días que la tenéis por casa y raro
es el momento que no la tenéis entre manos, así que mejor os centráis en el
stand de las “chuches”, ya que lo único que os podría llamar la atención es la
sección de los tebeos, con ejemplares tan buenos como Mortadelo y Filemón, Pepe
Gotera y Otilio, Conan, las series blancas y rojas de Bola de Drac, los comics
de personajes de la Marvel como la Patrulla X o Spiderman, cómics de DC de
personajes tan icónicos como Batman o Superman, Zipi y Zape, El Botones Sacarino, 13 Rue del Percebe, Asterix y Obelix,
Tintín, Torpedo 1936, El Corsario de Hierro, Rompetechos... Pero no estáis
ahora por la labor de pillaros un tebeo. Y la razón es, básicamente, que os
atrae más lo que está ahora de moda: la electrónica. Así que desecháis la idea
de un tebeo.
¿Qué me compraré? Te
preguntas mentalmente al tiempo que una infinidad de penetrantes, dulces y
acaramelados olores invaden con desatado frenesí tus desbordadas fosas nasales;
mientras, tu amigo parece que está pensando lo mismo sin apartar la vista de la
pila de llamativas cajas que hay tras el dependiente, justo al lado de los
cromos de fútbol. Y es que el surtido es, ante todo, variado: tenemos Peta
Zeta, caramelos Drácula, chicles Boomer de diferentes sabores, Palotes con
sabor a fresa, llamativos paquetes amarillos de arroz inflado Monchitos, las
bolsitas pica-pica de Fresquito, chupachups Kojak con sabor a
cola, chicles con forma de melón, orcas mitad negras y mitad blancas, tiburones
azules y blancos, ladrillos rojos, nubes rosadas, puros de regaliz rojos o
negros, pajitas transparentes rellenas de gelatina, caramelos Push Pop, unas
pequeñas cantimploras con líquidos de los más diversos colores… ufff. Mejor
algo fresquito, ¿no? Unos Flax bien
de naranja, cola, fresa o limón, un Frigopié o un Colajet sentarían en estos
momentos que no veas. Porque un Phoskitos ahora… ¡Bah! Para eso mejor un
Bollycao, que ahora sus cromos son ¡de juegos de la Mega Drive! Te sientes muy tentado
ante la posibilidad de conseguir otro fabuloso cromo de ésta nueva y atrayente
colección, pues la verdad es que son chulísimos, ya que ver las carátulas de los
novedosos videojuegos de Sega impresas en una pegatina es algo flipante;
además, las puedes poner donde más te guste. ¿Qué cromo me saldrá? Te preguntas mentalmente mientras sujetas un
bollycao con la mano. Pero el caso es, que tras meditarlo con más detenimiento mientras
miras con gesto serio las pocas monedas que descansan sobre la palma de tu otra
mano y que son la paga de la semana (amigo mío, ya no hay más que eso), intercambias
la mirada con tu amigo durante unos instantes y, rápidamente, llegáis a una
conclusión: un Flax de cola y nos vamos a
los recreativos. Dicho y hecho. Y ponéis rumbo hacia las máquinas mientras
dais buena cuenta de vuestra única chuche.
Llegáis
a los recreativos y de pronto te asalta una extraña sensación. No sabes tu
amigo que siente, pero tú sí notas como una especia de cosquillas que bailotean
en tu barriga. Y no es para menos, pues estás a las puertas de un lugar
más especial de lo que a simple vista parece; un lugar en donde tienes la posibilidad de interactuar con algo que es tecnológicamente apabullante e inalcanzable
y que materialmente nadie puede tener (ni tiene) en su casa, convirtiendo ese algo en una experiencia verdaderamente única y especial, prácticamente
mágica, para cualquiera que visite uno de estos lugares (tanto era lo que en
aquella época representaban los videojuegos arcade). Te atrae con una fuerza irresistible y te seduce de una forma
prohibitiva. Deseas imperiosamente entrar ahí. Sin embargo, te paras. ¿Qué haces? ¿Por qué te paras? Ven,
entremos de una vez. Tu amigo te coge del brazo con una firmeza inusitada,
“ayudándote” a entrar amigablemente en los recreativos. Pese a que te mueres de
ganas de entrar allí, sabes que a tus padres no les hace ni puñetera gracia que
frecuentes estos sitios (sin duda no lo ven con los mismos ojos que tú) y,
aunque no están por allí, hay algo en lo más profundo de ti que te hace permanecer
alerta, no sea que te caiga otra bronca con castigo incluido. ¡Va, tío! Antes de que los quinquis se
apalanquen en la entrada. El temor que despierta en ti aquella advertencia,
hace que tus endebles dudas acaben por desaparecer de un plumazo; hay que pasar
ahora que la entrada está libre, de lo contrario, es más que probable que los
quinquis te obliguen amistosamente a
dejar una parte de tus escasas reservas monetarias por dejarte pasar. Y eso sin
contar con la colleja que te puede caer si no colaboras de buen grado… ¡Qué cabrones! Y tras desechar de la
mente aquellas imágenes de abuso a manos de aquellos mayores sin escrúpulos,
entráis en los recreativos y os fundís con la agradable penumbra que reina en
su interior. A medida que tus ojos se acostumbran a la apagada luminosidad del
lugar, se van abriendo paulatinamente como platos. Como exploradores al más
puro estilo Indiana Jones, vais caminando lentamente, girando vuestras cabezas
a un lado y a otro y descubriendo paulatinamente qué máquinas y qué videojuegos
hay allí dentro, deleitándoos con cada nueva recreativa que observáis, como si
de auténticos tesoros se tratara. ¡Qué felicidad! Míralas bien, ahí las tienes: tan
próximas y a la vez tan inalcanzables, tan sublimes, tan iguales y tan diferentes unas de las otras, con sus particulares, únicos y atrayentes diseños, casi mágicas y como de
otro planeta u otra época lejana, envueltas en ese halo tan especial y único (y
no me refiero al humo del tabaco), que sólo la exclusividad y el honor de ser
la máxima expresión de algo tan novedoso y que deja totalmente pasmada a varias
generaciones como únicamente los videojuegos podían lograr. Una extraña y muy
agradable sensación, mezcla de alegría y euforia, te inunda por completo y te
hace experimentar increíbles momentos realmente únicos. No os dais cuenta en su
momento (y puede que nunca te hubieses fijado en ello), pero en realidad estáis sobrecogidos e incluso abrumados ante la
presencia de aquellas máquinas sorprendentes ante vosotros. Admítelo, la sensación que
despiertan en ti es de un profundo respeto reverente tan intenso, que casi
podríamos decir que es como si estuvieras delante de muchas reinas. Joder, son realmente fascinantes. Qué gráficos tan impresionantes. ¡Y qué tamaño tienen! ¡Y qué
sonidos! ¿Cómo pueden sonar así? Es imposible tener estos juegos en casa. A saber que llevan ahí
dentro... ¡Pero mira cómo se mueven! Van fluidísimos. Qué envidia. Qué ansias de jugar… Tu joven y
ávida mente bulle en esos momentos como una locomotora a pleno rendimiento,
intentando asimilar como puede cuánta genialidad te rodea. Es más, incluso estás totalmente convencido, y nadie puede hacerte
cambiar de idea, de que aquello es tecnología traída directamente del futuro, y
que la tienes ahí, a tu alcance, lo cual no hace sino aumentar aún más tu
admiración y tu deseo sobre estos adorables muebles arcade. Miras a tu amigo y compruebas que está abrumado y, dibujada en su
rostro, figura la misma fascinada expresión que baila en tu cara: casi no salís
de vuestro excitado estado de ánimo. Aquel lugar, inundado por un mar de
melodías inigualables, sonidos inolvidables, luces de neón, gráficos adorablemente
sublimes, una jugabilidad endiablada y gente que va y viene y que se agolpa
alrededor de estas maravillas lúdico-audiovisuales creando un ambiente único e
irrepetible, es para vosotros lo más parecido a lo que la Cueva de las
Maravillas es para Aladdin, con la
diferencia de que aquella cueva sólo existe en la imaginación, y este lugar es tan real como la vida misma. Y mira por donde, os encontráis en él.
Dame cambio. Y
mientras, esperas que el tío de la riñonera te cambie en chapas de cinco duros
tu “escaso” montante total de pesetas. Aun así y pese a todo, puede decirse que
hoy estás de suerte: en tu haber hay cien pelas juntando toda la chatarra suelta de tu bolsillo más una
jugosa moneda de veinte duros. Ocho
partidas tengo… Das un rápido vistazo avizor que cubre todo el salón: ¿a qué máquina voy? Ante todo, hay que
tener muy clara una premisa: alargar al máximo las pocas monedas que tienes en
la mano. Claro, podríais ir directamente al alucinante y sobrecogedor Street Fighter II, si no hubiera tanta
gente a su alrededor. Pero más vale que seáis realistas: no vais a llegar muy
lejos en ese juegazo. Así que mejor buscáis otras máquinas que se os puedan dar
mejor, guardando los últimos cinco o diez duros especialmente para aquellas
máquinas que más os fascinan. Sobre todo, queréis iros con el mejor sabor de
boca posible, ¿no?
Y así, sin más, cuando os queréis dar cuenta, os ha pasado media tarde en un abrir y cerrar de ojos. El tiempo ha sido tan efímero como inolvidable: habéis salvado todo lo que os ha sido posible la nave de Asteroids de las incesantes lluvias de rocas espaciales, destruido ingentes cantidades de marcianos en el rapidísimo Defender, luego habéis derribado gran cantidad de aviones y destruido tanques y barcos en el brutal U.N. Squadron, os habéis convertido en auténticos machaca-canastas en el divertidísimo Street Hoop, vivido frenéticos partidos de fútbol mundial en el grandioso Super Side Kicks y conducido con total libertad por las salvajes carreteras del siempre refrescante Out Run… Desde luego, os lo habéis pasado en grande los dos juntos y el rato ha sido fantástico. Aunque a decir verdad, no todo ha salido a pedir de boca: encontrándoos en plena refriega, en medio de una tormenta de espadas y hachas en el bárbaro universo del Golden Axe, vuestra épica aventura de guerreros y brujería ha sido vilmente interrumpida por dos enemigos “reales”: dos chavales mayores bastante más grandes que vosotros. Aparta de ahí, “alelao”. ¡Qué os van a matar! Y tras el grosero y poco amable empujón propinado por aquellos burdos muchachotes, no habéis tenido más remedio que huir de allí sin rechistar y tragándoos vuestro joven y débil orgullo, viendo impotentes cómo se adueñaban de vuestra partida. Hijos de… ¡Qué remedio! Las cosas eran así en muchos recreativos. De modo que decidís dar un nuevo rodeo por el salón, haciendo un poco de tiempo antes de meter la última moneda en vuestra máquina preferida. La meterías en el Street Fighter II, pero es que no hay manera, siempre hay un grupo de gente a su alrededor. Siempre hay cola. De modo que ambos os dirigís a otra recreativa que también os fascina y enamora por completo para acabar de gastar vuestra “pasta” bien a gusto: Sunset Riders. Y justo cuando vais a meter la moneda, levantáis la cabeza con rapidez, totalmente atónitos. Un gran y entusiasmado alboroto estalla de pronto en el interior de los recreativos en medio de una cacofonía de gritos de alegría y júbilo inesperados que inunda el local. ¿Pero qué pasa? Dirigís la mirada a donde provienen los voceríos, hallando rápidamente la respuesta: Street Fighter II. La escena en aquellos momentos es de una magnitud tan elevada, tan apasionante y tan increíble, que se queda grabada a fuego en vuestra mente. Los allí reunidos, por lo menos una docena de chavales o más, se abrazan con gran entusiasmo y con efusivas muestras de camadería mientras los gritos de unos y las canciones de los otros retumban en todo el salón. ¡Viva España! ¡España! ¡Ha salido España! ¿Lo habéis visto? ¡Uno de los jefes es español! ¡Es-pa-ña, Es-pa-ña, Es-pa-ña! Totalmente asombrados, os dejáis llevar por aquel momento único e irrepetible y os acercáis a la carrera hasta allí. El ambiente reinante en aquellos inigualables instantes es prácticamente una fiesta. Es increíble, una conmoción, un acontecimiento inesperado y una verdadera sorpresa que pilla a todos desprevenidos, que en un juego tan importante como el Street Fighter II uno de los jefes sea de España. No os lo acabáis de creer pero, al final, entre los resquicios que deja la gente, podéis ver al ilustre portaestandarte de la bandera de nuestro país alrededor de todo el mundo: Vega, un guerrero con careta, poseedor de una afilada zarpa en la mano y con una agilidad digna de una pantera. Aquellos momentos, únicos e irrepetibles, llegan directamente hasta el corazón y os embargan tan profundamente, que os dejan con la boca abierta. España sale en los videojuegos… Poco importa ya que el combate haya terminado y que Vega haya resultado ganador, terminando la partida del avezado jugador convertido de pronto en héroe local; el ambiente en los recreativos continúa siendo de fiesta, pues España sale representada en el mejor y más brutal juego de lucha creado hasta la fecha. Y lo hace con un luchador que resulta ser uno de los jefes ocultos finales. ¡Casi hasta se os había olvidado que aún os queda una moneda! Así que redirigís vuestros pasos hasta la recreativa de coloridos pistoleros del lejano Oeste. Y tras acabar vuestra última partida con el Sunset Riders y haber estado un buen rato pululando por los recreativos por aquí y por allí viendo cómo jugaban los demás (para quién no lo sepa, esta práctica, la de observar como juegan los otros, era el YouTube de aquellos años), os marcháis de allí. Lleváis ya varias horas allí metidos y es momento de que os pegue el aire. Y mientras vuestros pasos os encaminan a vuestras respectivas casas, no podéis dejar de hablar de lo jugado y vivido aquella tarde en los recreativos. Ha sido alucinante. ¡Uno de los jefes del Street Fighter II es español! ¡Toma ya! ¿Has visto cómo gritaban y se abrazaban? ¡Qué locura más flipante! Ya te digo, ha sido impresionante. Sí, desde luego ha sido algo inolvidable…
Y así, sin más, cuando os queréis dar cuenta, os ha pasado media tarde en un abrir y cerrar de ojos. El tiempo ha sido tan efímero como inolvidable: habéis salvado todo lo que os ha sido posible la nave de Asteroids de las incesantes lluvias de rocas espaciales, destruido ingentes cantidades de marcianos en el rapidísimo Defender, luego habéis derribado gran cantidad de aviones y destruido tanques y barcos en el brutal U.N. Squadron, os habéis convertido en auténticos machaca-canastas en el divertidísimo Street Hoop, vivido frenéticos partidos de fútbol mundial en el grandioso Super Side Kicks y conducido con total libertad por las salvajes carreteras del siempre refrescante Out Run… Desde luego, os lo habéis pasado en grande los dos juntos y el rato ha sido fantástico. Aunque a decir verdad, no todo ha salido a pedir de boca: encontrándoos en plena refriega, en medio de una tormenta de espadas y hachas en el bárbaro universo del Golden Axe, vuestra épica aventura de guerreros y brujería ha sido vilmente interrumpida por dos enemigos “reales”: dos chavales mayores bastante más grandes que vosotros. Aparta de ahí, “alelao”. ¡Qué os van a matar! Y tras el grosero y poco amable empujón propinado por aquellos burdos muchachotes, no habéis tenido más remedio que huir de allí sin rechistar y tragándoos vuestro joven y débil orgullo, viendo impotentes cómo se adueñaban de vuestra partida. Hijos de… ¡Qué remedio! Las cosas eran así en muchos recreativos. De modo que decidís dar un nuevo rodeo por el salón, haciendo un poco de tiempo antes de meter la última moneda en vuestra máquina preferida. La meterías en el Street Fighter II, pero es que no hay manera, siempre hay un grupo de gente a su alrededor. Siempre hay cola. De modo que ambos os dirigís a otra recreativa que también os fascina y enamora por completo para acabar de gastar vuestra “pasta” bien a gusto: Sunset Riders. Y justo cuando vais a meter la moneda, levantáis la cabeza con rapidez, totalmente atónitos. Un gran y entusiasmado alboroto estalla de pronto en el interior de los recreativos en medio de una cacofonía de gritos de alegría y júbilo inesperados que inunda el local. ¿Pero qué pasa? Dirigís la mirada a donde provienen los voceríos, hallando rápidamente la respuesta: Street Fighter II. La escena en aquellos momentos es de una magnitud tan elevada, tan apasionante y tan increíble, que se queda grabada a fuego en vuestra mente. Los allí reunidos, por lo menos una docena de chavales o más, se abrazan con gran entusiasmo y con efusivas muestras de camadería mientras los gritos de unos y las canciones de los otros retumban en todo el salón. ¡Viva España! ¡España! ¡Ha salido España! ¿Lo habéis visto? ¡Uno de los jefes es español! ¡Es-pa-ña, Es-pa-ña, Es-pa-ña! Totalmente asombrados, os dejáis llevar por aquel momento único e irrepetible y os acercáis a la carrera hasta allí. El ambiente reinante en aquellos inigualables instantes es prácticamente una fiesta. Es increíble, una conmoción, un acontecimiento inesperado y una verdadera sorpresa que pilla a todos desprevenidos, que en un juego tan importante como el Street Fighter II uno de los jefes sea de España. No os lo acabáis de creer pero, al final, entre los resquicios que deja la gente, podéis ver al ilustre portaestandarte de la bandera de nuestro país alrededor de todo el mundo: Vega, un guerrero con careta, poseedor de una afilada zarpa en la mano y con una agilidad digna de una pantera. Aquellos momentos, únicos e irrepetibles, llegan directamente hasta el corazón y os embargan tan profundamente, que os dejan con la boca abierta. España sale en los videojuegos… Poco importa ya que el combate haya terminado y que Vega haya resultado ganador, terminando la partida del avezado jugador convertido de pronto en héroe local; el ambiente en los recreativos continúa siendo de fiesta, pues España sale representada en el mejor y más brutal juego de lucha creado hasta la fecha. Y lo hace con un luchador que resulta ser uno de los jefes ocultos finales. ¡Casi hasta se os había olvidado que aún os queda una moneda! Así que redirigís vuestros pasos hasta la recreativa de coloridos pistoleros del lejano Oeste. Y tras acabar vuestra última partida con el Sunset Riders y haber estado un buen rato pululando por los recreativos por aquí y por allí viendo cómo jugaban los demás (para quién no lo sepa, esta práctica, la de observar como juegan los otros, era el YouTube de aquellos años), os marcháis de allí. Lleváis ya varias horas allí metidos y es momento de que os pegue el aire. Y mientras vuestros pasos os encaminan a vuestras respectivas casas, no podéis dejar de hablar de lo jugado y vivido aquella tarde en los recreativos. Ha sido alucinante. ¡Uno de los jefes del Street Fighter II es español! ¡Toma ya! ¿Has visto cómo gritaban y se abrazaban? ¡Qué locura más flipante! Ya te digo, ha sido impresionante. Sí, desde luego ha sido algo inolvidable…
Videojuegos
diferentes que transmiten sensaciones únicas
Si hay
algo que todos tenemos bastante claro, aún a pesar de que los sistemas arcade
son los padres de todo el ocio
virtual actual y los que marcaron los primeros pasos a seguir en el tan común
hoy en día mundo de los videojuegos, es que los videojuegos arcade de siempre poco tienen que ver con los
videojuegos modernos de los sistemas actuales (PC, Xbox One, PS4, Switch,
Android…). Podemos decir, sin el menor temor a equivocarnos, que son otra cosa,
puesto que tienen un concepto muy diferente a lo que abunda hoy en día, por lo
que podemos afirmar que es otra forma de
entender el entretenimiento virtual y además (y esto es muy importante
también), otra manera muy distinta de relacionarse con la gente y de
interactuar con el amigo (o no) con el cual estás compartiendo una partida. En
otras palabras: los videojuegos arcade son
una manera diferente de vivir los
videojuegos. Su particular concepto adaptado a otra época menos tecnológica
y virtual y más próxima al contacto humano, sigue siendo tan única y genial
como lo fue en su momento, más si cabe si tenemos en cuenta las “bondades y
virtudes” del actual modo de juego on-line,
donde sale a relucir lo peor de la raza humana, puesto que el juego en red está
lleno de tramposos, malos perdedores, niños rata, bravuconadas y malos modales
a través de los auriculares… ¡Toda una experiencia de juego, oiga! Este caldo
de cultivo virtual que tan mal lo digerimos aquellos que vivimos la época
dorada de las arcade, no hace sino incrementar el amor y la pasión que sentimos
hacia aquellos videojuegos y todo lo que giraba a su alrededor. Y aunque todos
sabemos que en aquella época no todo era tan bonito ni tan dulce como muchos quieren
recordar (¡ay! aquellos recreativos en donde el típico payo te amedrentaba para
que le dieras tu paga para que se la fundiera él en las máquinas… o lo efímero
de las partidas, que siempre, siempre, siempre te dejaban con unas ganas
tremendas de continuar), sin duda alguna aquella filosofía videojueguil transmitía unas sensaciones particularmente únicas.
Entonces,
si es una manera diferente de vivir los videojuegos, ¿qué es lo que hace tan especial
a esta manera de vivir los videojuegos para que atraiga con tan
arrebatadora fuerza a tanta gente? ¿Qué es lo que hace que, aún siendo
videojuegos técnicamente obsoletos, esta filosofía tenga un futuro por delante
y lleve a la celebración de eventos como la Arcade Con? Pues, paradójicamente, su
pasado.
Sí,
su pasado. El impresionante legado que dejaron tras de sí los videojuegos
arcade representa y define con una claridad abrumadora a las décadas de los
ochenta y noventa, una de las épocas más apasionantes y maravillosas de esta
genialidad inventada por el ser humano: no sólo se trataban de unos aparatos que
mostraban unos gráficos reflejados en una pantalla con los que se podía
interactuar a través de un joystick y unos botones, sino que eran el súmmum, la
cima más alta e inalcanzable de algo que era, literalmente, prácticamente magia para la gente de
aquella época, los videojuegos de los recreativos. Y, paralelamente a la poderosa
y abrumadora imagen de inalcanzabilidad que
proyectaban las recreativas, se sumaba precisamente la ya mencionada sensación
de magia o aura mística que envolvía a estos videojuegos, haciéndonos
experimentar sensaciones y vivencias inigualables que no podíamos disfrutar en
cualquier otra cosa que no fuera a los mandos de una recreativa, pues
multiplicaba, aunque les pueda parecer exagerado a la gente joven de hoy en
día, la sensación y la exclusividad de que estabas a los mandos de la
tecnología más increíble y abrumadora del mundo.
Esa
buscada y codiciada imagen de exclusividad,
poderío y distinción que hace tan especial a quien tiene la suerte de
llevarla junto a él, ha acompañado desde siempre y de manera inseparable a los
videojuegos arcade y, por ende, a los salones recreativos y los muebles arcade,
puesto que eran los únicos lugares donde podías sumergirte en aquellas
maravillosas y únicas sensaciones. ¿En casa? Estarás de broma, ¿no? Eso era imposible. Ni soñándolo. Esta forma de
entender los videojuegos, esta particular filosofía, sólo se podía y se puede
experimentar en un sitio: en los recreativos de toda la vida.
Además, y por si fuera poco, en las ArcadeCon también se celebrán estupendos y muy didácticos talleres en los que maestros y "gurús" (invitados por los propios responsables de Arcade Vintage a participar en la convención, tales como Gryzor o Locomalito, ahí es nada) y a las inestimables aportaciones desintersadas por parte de otras asociaciones amigas y de los programadores y organizadores de estos talleres, nos ilustran e informan de cosas tan útiles como montar nuestra propia recreativa en casa, restauración de las placas arcade que tanto alabamos y nutren nuestro conocimiento arcadiano con charlas sobre videojuegos, compañias productoras de videojuegos, programación de nuevos videojuegos de la "vieja escuela" o la tan imprescindible emulación. La asistencia a estos talleres, a parte de ser geniales, se hace súper amena gracias al buen saber hacer de la gente que está al frente, apasionados y aplicados seguidores de esta filosofía tan única y genial que todos nosotros amamos.
Y por todas estas cosas, por estos instructivos talleres muy bien programados y llevados a cabo, por volver de nuevo a aquellas ansias de diversión tan pura y sincera de nuestra infancia/juventud, por aquellas vivencias y anécdotas de aquellas épocas y por otras cosas que se nos olvidan en estos momentos, es por lo que Arcade Vintage organiza las quedadas de las ArcadeCon, por revivir inolvidables momentos de un pasado que nos parecía que avanzaba más lento y que las cosas se mantenían durante más tiempo actuales, por jugar codo con codo con un amigo y picarse a ver quién es mejor en un cara a cara “real”, por estar viendo como el otro juega y se pasa esas fases o pantallas que a ti se te atragantan, admirando su pericia y habilidad, por mantener animadas e interesantes charlas con mucha otra gente amante de los videojuegos arcade y que comparte la misma desenfrenada pasión por aquello que tanto te fascinó en tu infancia o juventud y, cómo no, por estrechar nuevos lazos de amistad con personas que no conocías de otras asociaciones afines a Arcade Vintage para, todos juntos, compartir estos momentos únicos con lo que realmente se hacía en las décadas de los 80 y 90 en los recreativos: jugar a videojuegos y compartir videojuegos con la gente.
Y por todas estas cosas, por estos instructivos talleres muy bien programados y llevados a cabo, por volver de nuevo a aquellas ansias de diversión tan pura y sincera de nuestra infancia/juventud, por aquellas vivencias y anécdotas de aquellas épocas y por otras cosas que se nos olvidan en estos momentos, es por lo que Arcade Vintage organiza las quedadas de las ArcadeCon, por revivir inolvidables momentos de un pasado que nos parecía que avanzaba más lento y que las cosas se mantenían durante más tiempo actuales, por jugar codo con codo con un amigo y picarse a ver quién es mejor en un cara a cara “real”, por estar viendo como el otro juega y se pasa esas fases o pantallas que a ti se te atragantan, admirando su pericia y habilidad, por mantener animadas e interesantes charlas con mucha otra gente amante de los videojuegos arcade y que comparte la misma desenfrenada pasión por aquello que tanto te fascinó en tu infancia o juventud y, cómo no, por estrechar nuevos lazos de amistad con personas que no conocías de otras asociaciones afines a Arcade Vintage para, todos juntos, compartir estos momentos únicos con lo que realmente se hacía en las décadas de los 80 y 90 en los recreativos: jugar a videojuegos y compartir videojuegos con la gente.
AnyDesk Crack
ResponderEliminarAnydesk Premium Key for free. Professional users can choose from Anydesk Lite or Professional, and three subscription options are available: Power, Professional, and Professional. They cost EUR 8.49, EUR 16.99, and EUR 41.99 each month plus VAT. Anydesk Lite only supports one device per session. It allows multiple devices to be used. Therefore, it allows simultaneous sessions. AnyDesk offers options to allow you to manage your access to video, sound, keyboard, mouse and system clipboard efficiently. It supports proxy servers and graphics acceleration. You can also display the image in multiple modes.
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