Los días transcurren soleados y calurosos y muchos son
también los largos y relajados paseos por una playa atestada de gente, con esas
dulces horas muertas de relax bajo la suave sombra de las palmeras mecidas por
la brisa del mar y que acompañas con tu inseparable Game & Watch de
Nintendo… y cierto día, de pronto, en medio de todo aquello, te detienes de
golpe y vuelves la vista a uno de los lados de aquel paseo atiborrado
de gente a la vera del mar. Intrigado, te percatas de que un nutrido grupo de
gente joven se agrupa en torno a algo grande y que se entrevé rojo entre los espacios que dejan los allí reunidos. Flotando sobre la muchedumbre, viajan hasta tus oídos las notas de una pegadiza melodia electrónica que te llega hasta las entrañas, "envenenándote" con su ritmo inigualable. Aquello hace que tu innato instinto de la curiosidad acabe de despertar por completo, intuyendo que algo “gordo” está pasando
ahí. ¡Ahora
vuelvo! Les espetas con un grito a tus
sorprendidos padres que, sobresaltados, observan cómo partes cual veloz liebre
perseguida por un gamo. Llegas al grupo de chavales tras una alocada carrera de obstáculos entre la gente dispuesto a abrirte paso como sea y, tan pronto la ves, te paras en seco, quedándote completamente inmóvil, atónito. Si la mandíbula
inferior se te pudiese desprender al más puro estilo de las series animadas,
ahora mismo la tendrías descansando sobre el suelo enlosado de blanco y rojo oscuro. No es para menos, pues tienes ante ti un espectáculo digno de admirar:
una preciosa cabina roja de sugerentes formas presidida por una pantalla enorme
y que tiene plantados ante ella un volante, un asiento, unos pedales y una palanca de cambios.
Desde luego, no te esperabas ni estabas preparado para encontrarte ante algo tan fabulosamente increíble.
Es tal el impacto, que rompe sin compasión todos los esquemas de tu joven vida. ¿Qué-diablos-es-eso? Es la pregunta que resuena insistente
en tu mente con tanta fuerza, que durante unos instantes no oyes nada más que
esa pregunta mientras intentas asimilar todo lo que estás viendo. Tus ojos se abren
como platos cuando empieza la partida y ves en movimiento los imposibles y alucinantes gráficos que brillan
en pantalla: un glorioso Ferrari descapotable, una rubia sentada al lado del conductor y
una transitada autopista que transcurre entre palmeras y chiringuitos al lado
del mar. Vamos
a ver, ¿esto qué es? ¿Qué es? ¡Esto es imposible! Vaya tela... Que pasada de gráficos. ¿Pero qué…? ¡Anda ya! ¡Se mueve! ¡Se está moviendo el asiento hacia los lados! Una nerviosa risilla de emoción y estupefacción empieza a recorrer como un tsunami todo tu
cuerpo durante aquellos instantes mágicos e inigualables. Es como si el tiempo se hubiese detenido. Totalmente absorbido ante aquella genialidad, te sientes como si
estuvieses ante la maravilla más grande del mundo, algo como de otra dimensión inalcanzable
que te atrapa y te hace estar ajeno a todo mientras mantienes los cinco
sentidos firmemente fijados en aquel espectáculo, alucinando como nunca en tu vida habías experimentado. Estás tan absorto y apabullado, que no encuentras las palabras para describir lo que estás sintiendo en aquellos momentos tan increíbles. De pronto, un repentino y punzante escozor en la
parte posterior de tu cabeza te despierta rápidamente de tu ensimismamiento. Nada mejor para volver a la vida real que una de las collejas de tu padre. Te coge de la mano y te arrastra
de allí. ¡No
papá, no! ¡Espera! Quiero jugar a ESE juego... Ni caso. Él sigue apartándote de allí con intención de que no vuelvas a
estar cerca de esa máquina. Pero ya es demasiado tarde. La magia y el encanto
de aquel juego,
al igual que hizo con millones de
jugadores de todo el mundo, ya había penetrado en tu mente y se había extendido
por todo tu cuerpo de manera fulgurante. Acababas de saber de la existencia de
uno de los más míticos y vivificantes juegos de cuantos hayan existido en el
universo de los videojuegos: Out Run. Ya nunca olvidarías aquellos gráficos, aquellas melodías y aquella
puesta en escena. Sega en estado en puro.
30º aniversario. ¡Casi nada!
¿Cómo pasa el tiempo, eh? 30 añazos
nada más y nada menos que cumplió el pasado mes de septiembre de 2016 nuestro
adorado y mil veces jugado Out Run. Increíble, pero cierto. Hace 30 años, un
septiembre de 1986, Sega dejaba alucinado a todo el planeta con la puesta en
escena de un título que se convirtió en mítico nada más llegar a los salones
arcade: Out Run.
Sí, ya sé que se ha hablado mil
veces y en mil sitios de este juego, que se han hecho análisis, reportajes,
videos… pero es que es uno de los juegos más míticos del mundo arcadiano y que
todo amante de los sistemas arcade reconoce sin pestañear. Esta máquina arcade
fue de las que más nos impactó cuando íbamos a los recreativos en aquellos años.
Y sí, en Arcade Vintage somos outrunmaníacos ;) Y ya que ha sido su trigésimo aniversario,
no queríamos dejar pasar la oportunidad de dedicar un pequeño reportaje a tan
pionero y magnífico juego. Y no vamos a hablar de tecnicismos, ni de si el
equipo AM2 usó dos chips Motorola 68000 y un Z80 para el sonido y demás jerga
técnica. No, de eso ya se ha hablado en mil sitios. Vamos a centrarnos en lo
que representó este juego y los sentimientos que hace revivir nada más lo vemos
reflejado en una pantalla. INSERT COIN!
Un juego de velocidad
convertido en mito nada más llegar a los salones.
Lo sé más que de sobra y, sin
embargo, no puedo evitar mirarlo casi todas las veces. En la esquina inferior
derecha de la pantalla del título reza lo siguiente: 1986 SEGA. El que está
escribiendo este reportaje, tenía en el momento del lanzamiento de la máquina
recreativa la tierna edad de 3 años. Me quedo pensando, y la verdad es que me
hubiese gustado muchísimo poder haber vivido aquel momento único con unos
cuantos años más, más que nada por experimentar el impacto y el bombazo que
sacudió a propios y extraños cuando tuvieron enfrente a finales de los 80 los
hermosos y soberbios gráficos del Out Run en movimiento. En una época en la que
los videojuegos estaban prácticamente en los albores de su creación y poco a
poco estaban volviendo a despegar tras el batacazo de 1983, con las máquinas y
sistemas de 8 Bits dominando la escena arcade y doméstica, este juego corriendo
en la fabulosa y avanzadísima placa Sega System 16 dejó atónitos y con la boca
abierta a todo aquel que tuviese ojos para verlo. Gráficamente estaba en otra
liga respecto a los juegos de su época. Todo el juego era un espectáculo
gráfico que lucía desmesuradamente. Y entre todos esos soberbios gráficos, había algo que
resaltaba por encima de todo con especial fuerza: el Testarrossa. Jamás de los
jamases se había visto un Ferrari (u otro vehículo) tan acojonante y bellamente
recreado en un videojuego. De hecho, incluso a día de hoy resulta atractivo de
ver e incluso sigue enamorando. Pero, ¿sólo por esos gráficos sublimes se
convirtió este juego en mito nada más llegar a los salones recreativos? Bien
hubiese podido serlo en aquella época por éste único motivo, pero no. También estaba su asombrosa y adictiva jugabilidad. Realmente el manejo del Ferrari era una verdadera delicia: movimientos rápidos y fluidos eran el aliado perfecto de aquellos gráficos preciosistas, haciendo que te sumergieras completamente en el juego y lo disfrutaras de manera notable. Pero el Out
Run ofrecía a los jugadores más aún que aquellos gráficos y jugabilidad de un nivel inalcanzable.
De hecho, se programó con la intención de ofrecer al jugador la experiencia de jugar
con iconos de un ideal de excelencia que llegaban directamente a
lo más profundo de tu mente. ¿Iconos de un ideal de
excelencia? ¿De qué nos estás hablando? pensareis algunos. Pero es
verdad. He aquí las pruebas del delito. Estos son los tres iconos básicos sobre
los que se fundamentó el juego:
-Te permitía conducir un
estratosférico y exuberante Ferrari Testarrossa descapotable de color rojo
(icónico a más no poder). ¿Había algún otro juego en aquel entonces que te
permitiera conducir un Ferrari, y además tan genialmente recreado mediante
adorables píxeles?
-Con sus cabellos dorados locamente revueltos
por el viento y sentada a tu derecha, te acompañaba (se suponía o directamente
nos lo imaginábamos nosotros mismos) una atractiva y no menos exuberante
chavala dispuesta a llegar hasta el fin del mundo junto a ti, pasara lo que
pasara (bastante icónico también), aunque ello supusiera acabar dando varias
vueltas de campana (vaya, esto no es tan icónico)...
-En vez de preocuparte por llegar el
primero, el juego ofrecía la fabulosa experiencia de correr a toda velocidad
con una gran sensación de libertad (esto también es bastante icónico), algo
único y totalmente pionero que cautivó sin remedio a varias generaciones.
-Antes de empezar la carrera, podías
elegir uno de entre los tres legendarios temas a través de la emisora de radio situada
en el salpicadero de tu Ferrari Testarrossa. No sé si esto sería muy icónico,
pero desde luego en su momento y en los años venideros fue todo un puntazo que
molaba que no veas y que se convirtió en todo un símbolo de los videojuegos.
En resumidas cuentas, lo que el Out Run nos ofrecía era un
planteamiento tan simple como adictivo y placentero, eso sí, llevado a cabo de
manera sublime: viajar libremente y bien acompañado, pero a velocidades fuera de
la ley y al ritmo de míticas y pegadizas melodías mientras, extasiados,
atravesábamos los más variopintos y diferentes lugares del ancho mundo,
adelantando uno tras otro al resto de conductores que viajaban por la carretera.
Desde luego, toda una oda a la libertad, el poderío y el exceso.
¿Queda más claro ahora lo de iconos
de un ideal de excelencia? El juego reunió en sí mismo estos placenteros
ideales para ofrecerlos a los ávidos jóvenes jugadores que, apabullados, caímos
rendidos sin remedio a sus pies. El cóctel que nos preparó Sega fue todo un
bombazo que viajó a toda velocidad hasta nuestros tiernos corazones,
guardándose allí para siempre jamás como un tesoro irremplazable. Tenía los
ingredientes justos y necesarios para acaparar toda nuestra atención desde el
mismo momento en que ponías los ojos en él. Grande, muy grande Sega.
Y es que no era para menos, pues el
inigualable y sublime Yu Suzuki era y es un genio. Sabía perfectamente lo que quería
y cómo lo quería. Prácticamente todo en este juego estaba planeado
minuciosamente. Aunque a decir verdad, lo que inicialmente tenía en mente Yu
Suzuki, era programar un videojuego basado en la película Cannonball de Burt Reynolds,
y aunque el resultado no fue exactamente lo que tenía planeado, dio igual: el
juego resultó ser una verdadera maravilla.
El maestro Suzuki, exigente el
hombre, también quería que el juego fuese reconocible hasta por la música, y
quién mejor para llegar a lo más hondo de nuestros recuerdos a través de nuestros
oídos que el señor Hiro Kawaguchi, quién dio vida a los tres temas míticos que
tiempo hace que forman parte del Olimpo de los videojuegos:
- Magical Sound Shower (adoro esta melodía. La de recuerdos y sensaciones que me despierta).
- Passing Breeze
- Splash Wave
Además, fue pionero con la
introducción del “bilinear parallax scroller”. ¿Qué es esto? Pues esto es lo
que permitía que al final de cada escenario pudieses elegir por donde continuar
tu viaje: bien a la izquierda o bien a la derecha; la decisión era tuya. Con
todo, sumaban un total de 15 escenarios distintos por los que poder pasar a
toda velocidad, con la particularidad añadida de que había 5 finales distintos
dependiendo de las direcciones o rutas que libremente habías ido tomando a lo
largo de tu viaje. ¿Es que se podía ser más genial? Si no me equivoco, el único
juego que te ofrecía algo tan fantástico en aquellos momentos era el genial
shoot’em up Gradius, sólo que en el Out Run los escenarios eran mucho más
bellos y agradables y algo menos hostiles. Esto, aparte de ser todo un soplo de
aire fresco (¿más aún?), fue todo un acierto, pues la re-jugabilidad del juego
se disparó hasta límites insospechados y casi inabarcables en aquellos años,
llegando en buena forma incluso hasta nuestros días: nunca hay dos partidas iguales, ya
no solo por las direcciones tomadas aleatoriamente a gusto del jugador, sino por los agresivos
vehículos que circulan por los ríos de asfalto que surcan el videojuego, dispuestos a “alegrarnos el día” y que están
representados por otros icónicos (otra vez jugando con los iconos) vehículos
fácilmente reconocibles:
- Chevrolet Corvette - 1972
- Porsche 911 - 1985
- VW Beetle o Escarabajo - 1971
- BMW E30 descapotable - 1985
- El típico todoterreno o camioneta estadounidense – ¿1980?
- Y los enormes y mastodónticos camiones americanos - ¿1980?
Hasta los vehículos de los
conductores que salían a nuestro paso estaban hechos para que fueran fácilmente
reconocibles en cualquier parte del mundo: Mira, mira. ¡Si es un
Corvette! ¡Ostia! ¿Eso era un 911? Puto Escarabajo… ¡aparta de ahí, hombre! Cuidado con las rubitas del BMW descapotable… ¿Fue o no fue todo un acierto?
Absolutamente genial. Porque además, por si fuera poco, estos conductores que iban
saliendo a nuestro paso eran de lo más “amables”, pues iban haciendo uso de
pequeñas (y en ocasiones no tan pequeñas) tretas para dificultarte el paso y
entorpecer tu rápida y triunfal marcha por los diferentes, hermosos y
pintorescos paisajes que surcaban veloces a nuestro alrededor: cambiando
deliberadamente de carril a nuestro paso, poniéndose delante, cerrándote el hueco
en plena curva… ¡Un ejemplo a seguir, desde luego! Pero consiguiendo con esto que se elevara sobremanera la
diversión, haciendo que llegar al final de la quinta etapa siempre fuera un buen y gratificante
desafío; desafío que ha permanecido vigente durante todo este tiempo, manteniéndose fresco e intacto todos estos años hasta nuestros días, casi como si el tiempo no hubiera pasado para él. ¡He ahí otra de las grandezas del juego! Habrás jugado infinidad de
veces y, aun así, pese a que lo seguimos disfrutando como enanos, no siempre llegamos al final de la quinta etapa con el tiempo suficiente para
entrar en meta. Bendito juego pixelado... jajajajaja.
Tal y como he dicho más arriba, todo
en el Out Run estaba pensado y calculado al milímetro para atrapar a los
jugadores y atraerlos sin remedio hacia su abrumadora grandeza.
¿Hacía falta algo más para atraer
aún con más fuerza a los jugadores? Pues no, en realidad no hacía falta nada
más, pero Sega en aquella época era muy grande. Y no se les ocurrió otra cosa
que coger la placa Sega System 16 y meterla dentro de tres diferentes muebles,
a cada cual más espectacular: uno bastante simple en el que se jugaba parado y
que no tuvo la repercusión, en parte se entiende, que sí tuvieron los otros:
Otro que fue más común y que la
mayoría vimos en su momento por muchos recreativos, que constaba de una vistosa cabina
con una gran pantalla en el centro, volante y pedales, asiento fijo y palanca
de cambios:
Y la última y más espectacular
versión, la joya de la corona y de la que Arcade Vintage cuenta con una unidad:
un muy vistoso mueble de formas angulosas, también con una gran pantalla en el
centro atrayendo toda la atención, la parte trasera del asiento rematada con
las sugerentes formas de un coche deportivo, pedales, palanca de cambio,
volante con vibración, altavoces a tu espalda y movimientos laterales del
cockpit gracias a unos hidráulicos instalados en la parte inferior del mueble.
¡Toma ya! Desde luego, sabían bien cómo robarnos el sueño y hacerse con
nuestras chapas. El producto resultante fue sublime e inolvidable, un éxito rotundo
en todo el mundo desde el mismo momento de su lanzamiento, convirtiendo el Out
Run en uno de los más míticos e icónicos juegos de la historia y elevando a la
compañía Sega a la categoría de reina de los salones arcade.
Realmente no tengo ya mucho más que
decir. Sí quiero resaltar, que antes los videojuegos eran más mágicos y
especiales porque, entre otras cosas, la tecnología no llegaba tan fácilmente
como ahora a la gente ni la información viajaba tan rápida como ahora, y
aquellos súper-fantásticos juegos arcade tenían una vida más larga que los
juegos de hoy en día, manteniéndose mucho más tiempo frescos y actuales pese a
que hubiesen pasado algunos años tras su lanzamiento. De hecho, aún recuerdo
perfectamente cuando, allá por el lejano 93, abrieron casi
simultáneamente dos salones recreativos en la pequeña localidad de donde soy, y
en uno de ellos, Recreativos Crirragui de Quatretonda, estaba el Out Run con el
mueble intermedio, el del asiento sin hidráulicos para el movimiento. Pues
sobre tener por entonces el juego 6-7 años a sus espaldas (7 años atención, a
ver si hoy en día sucede lo mismo), todos lo flipamos sobremanera cuando lo
tuvimos frente a nosotros y, durante muchos meses, fue la máquina más
solicitada y la que más gente congregaba a su alrededor. Cierto que la
espectacular puesta en escena de la recreativa llamaba mucho la atención, pero
es que lo que ocurría en la pantalla era de una genialidad tan sobrecogedora,
tan mágica, tan imprevisible, tan… única, que rápidamente pasabas del mueble y
te centrabas únicamente en lo que ocurría en el juego. ¡La de chapas que se echaron en
aquella máquina!
Anécdota: un amigo mío se pulió en una tarde casi 500 pelas de la época sólo en el Out Run. ¡100 duros era mucha pasta para un crío de 10-11 años! ¡Y se las pulió casi todas en el Out Run! Y, ¿sabéis que? Ninguna de las partidas que jugó fue igual a las otras. Simplemente genial.
Anécdota: un amigo mío se pulió en una tarde casi 500 pelas de la época sólo en el Out Run. ¡100 duros era mucha pasta para un crío de 10-11 años! ¡Y se las pulió casi todas en el Out Run! Y, ¿sabéis que? Ninguna de las partidas que jugó fue igual a las otras. Simplemente genial.
Bravo!! Me habéis emocionado, es mi recreativa favorita de todos los tiempos, pena que no la disfruté todo lo que quise la única vez que os he visitado, pero ¡¡habrá segunda vez!! Get ready!
ResponderEliminarGracias! Es justo lo que queríamos ;) pues los videojuegos son emociones.
EliminarLas historias personales siempre son las mejores. Me has transportado a aquellos años, en los que éramos felices y no lo sabíamos ;)
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